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Diumenge, 28 abril 2024

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Europa, en orden cerrado

por Pierre Rimbert, marzo de 2024

En un artículo publicado en Le Monde diplomatique en español, este mes de marzo,  titulado Europa, en orden cerrado, su autor, Pierre Rimbert, desvelaba que según el Financial Times (29 enero 2024)  Bruselas no dudó en amenazar a Hungría con destruir su economía, sino apoyaba una ayuda de 50.000 millones de euros a Ucrania:

“Bruselas ha puesto a punto una estrategia que apunta explícitamente a las vulnerabilidades económicas de Hungría, busca poner en peligro su moneda y provocar un derrumbe de la confianza de los inversores con el propósito de dañar ‘el empleo y el crecimiento’ si Budapest se niega a levantar su veto a la ayuda concedida a Kiev. “...Bruselas se dedicaría públicamente a cortar toda financiación europea a Budapest con el fin de inspirar temor en los mercados, desencadenar una crisis monetaria sobre el florín y disparar el precio de los préstamos adquiridos por el país”. ”

Lo cierto es que la oportuna filtración de este plan de sabotaje bastó para tener su efecto, escribe Pierre Rimbert. Continua escribiendo el periodista de Le Monde diplomatique en español,..."Y aunque la ideología del primer ministro húngaro no inspira a tenerle excesiva compasión –autoritario y reaccionario, este ferviente anticomunista cercano a la extrema derecha pisotea la independencia del Poder Judicial y los derechos de las minorías– ese chantaje con llevar el país a la ruina crea un precedente: dirigido hoy a la Hungría de Orbán, mañana puede dirigirse contra un gobierno de izquierdas elegido, pongamos por caso, por un programa de ruptura con el atlantismo y el libre comercio. El caso es que la acción coercitiva de Bruselas contra los Estados miembros disidentes ha pasado a un nuevo nivel: en 2015, Europa amenazó a Grecia con negarse a brindarle apoyo para obligarla a aceptar un draconiano plan de austeridad; hoy en día, se declara dispuesta a arrasar la economía de los países recalcitrantes."

Este acto de represión política parece tanto más desproporcionado por cuanto esta vez Hungría no ha infringido ningún tratado (en el pasado, varias violaciones del derecho europeo les habían valido a Budapest o Varsovia la apertura de procedimientos de infracción). Al oponer su veto a una ayuda militar y financiera a Ucrania, Hungría formulaba una elección de política exterior. Ahora bien, contrariamente a lo que sugiere la frenética agitación de Ursula von der Leyen, la Comisión Europea, de la que es presidenta, no dispone de ningún poder decisorio en este ámbito, que es competencia del Consejo Europeo, es decir, de los jefes de Estado y de Gobierno, que deben pronunciarse por unanimidad. En 2003, la posibilidad de decidir de manera soberana sobre la guerra y la paz permitió que Francia, Alemania y Bélgica se opusieran a la invasión de Irak frente a una mayoría de Estados europeos alineados con Estados Unidos. ¿Podrían –o querrían– hacerlo ahora?

A la vanguardia del belicismo, hoy París y Berlín apuestan por una especie de keynesianismo militar combinado con austeridad social para impulsar sus economías mermadas por las sanciones impuestas a Moscú. “Debemos prepararnos para la guerra en Europa”, proclamó en octubre de 2023 el ministro alemán de Defensa (socialdemócrata) refiriéndose implícitamente a Rusia, un país en el que la Wehrmacht dejó en su día 26 millones de cadáveres. Desde los ecologistas a los socialistas, pasando por los conservadores, la furia militarista se propaga, alimentada por la perspectiva de un regreso a la Casa Blanca de un Donald Trump más aislacionista que nunca. El coscorrón de Bruselas contra Budapest suena como un toque de corneta: “¡Firmes!”.

Gregarismo, influencia de las redes atlantistas y deferencia progubernamental

Grandeza y miseria de la crítica de los medios de comunicación en Alemania

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En Alemania, como en muchos otros países occidentales, el descrédito de las instituciones alcanza de lleno a la prensa. Este país fue antaño la cuna de una crítica de los medios de comunicación floreciente. Ahora, los responsables editoriales intentan descalificar cualquier cuestionamiento del conformismo o del error periodístico asociándolo al complotismo.

por Fabian Scheidler, marzo de 2024

Una mayoría de ciudadanos en todos los estados europeos nos mostramos partidarios de la diplomacia y de la paz en todos los conflictos que asolan el mundo, en particular en Gaza y Ucrania. ¿Por qué los medios de comunicación no reflejan la opinión de la mayoría y hablan exclusivamente de operaciones militares, de bombardeos, de unos sobre los otros, o de Israel sobre Gaza, de Rusia sobre Ucrania,  y no hablan de usar la diplomacia para acabar con las guerras...?

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Un análisis de los contenidos relativos, por ejemplo, a la cobertura de la guerra de Ucrania arroja una sobrerrepresentación de las personalidades favorables a la entrega de armas pesadas y opuestas a las iniciativas diplomáticas: Marie-Agnes Strack-Zimmermann (del partido liberal FDP) ha sido, con mucho, la persona a la que más se ha preguntado sobre el tema, seguida por Anton Hofreiter (de Los Verdes), que defiende las mismas posturas. Sondeos rea­lizados durante el mismo periodo sugerían, sin embargo, que cerca de la mitad de los encuestados se oponían a la entrega de armas pesadas y que una mayoría se mostraba partidaria de la diplomacia. “Es difícil eliminar de un plumazo la tesis de la separación entre los hechos y su representación”, explica el investigador sobre medios de comunicación Uwe Krüger, de la Universidad de Leipzig.
 

El caso es que, como señala Krüger, la orientación belicista del paisaje mediático alemán no data del comienzo de la invasión rusa en Ucrania. Los bombardeos sobre Serbia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1999 –contrarios al derecho internacional y en los cuales participó Alemania–, así como la implicación de la Bundeswehr en la guerra en Afganistán fueron celebrados por la gran mayoría de las editoriales de los principales medios alemanes, mientras que la población se manifestaba mayoritariamente hostil a ambas intervenciones. Desde el 24 de febrero de 2022, la presión mediática ha contribuido a un giro radical de la diplomacia alemana, en el que el Partido Socialdemócrata (SPD), en el poder, ha tirado por la borda el legado de Willy Brandt, iniciador de una política de distensión con el Este. “De lo que se trata hoy es de organizar la seguridad contra Rusia”, declaró en octubre de 2022 el presidente del SPD, Lars Klingbeil.

Krüger se dio a conocer en 2013 al publicar su tesis sobre la integración de periodistas alemanes en laboratorios de ideas transatlánticos. Grandes nombres de la prensa alemana, como los jefes de los servicios de política exterior Stefan Kornelius (del periódico Süddeutsche Zeitung) y Klaus-Dieter Frankenberger (del Frankfurter Allgemeine Zeitung), Josef Joffe (por entonces coeditor del semanario Die Zeit) o Kai Diekmann (redactor jefe, por aquella época, de Bild-Zeitung), eran –y, en algunos casos, aún son– miembros de organizaciones atlantistas como el Atlantik-Brücke, la Comisión Trilateral o el Aspen Institute, sin que ello se haya hecho público en sus respectivas publicaciones. A continuación, Krüger demostró, por medio del análisis de encuadre y de contenidos, el alineamiento de las antedichas publicaciones con las posturas de la OTAN y de Estados Unidos. Incluso el redactor jefe adjunto de Die Zeit, Bernd Ulrich, reconoció que las redes transatlánticas constituían una “correa de transmisión del pensamiento estadounidense en materia de política exterior”.

El caso de Jochen Bittner resume bien la situación: como miembro de la institución estadounidense German Marshall Fund –un laboratorio de ideas destinado a reforzar los lazos transatlánticos–, este redactor de Die Zeit participó en 2013 en la elaboración de un documento estratégico sobre política exterior y de seguridad de Alemania. Sus trabajos sirvieron de base a un importante discurso del por entonces presidente alemán, Joachim Gauck, pronunciado durante la Conferencia de Seguridad de Múnich y en el que apelaba a un mayor involucramiento militar de Alemania en el mundo. Sin revelar su doble función, Bittner saludó enseguida la alocución de Gauck calificándola de “sensacional” en Die Zeit.....

En Alemania, como en otras partes, el afán por conseguir clics incita a reputados medios de comunicación a surfear sobre las olas de indignación que se encrespan en X (antes Twitter), a veces sin verificar los hechos. Así, en la noche del 15 al 16 de noviembre de 2022, la cadena de televisión ZDF tuiteó: “Misiles rusos caen en territorio polaco”; una afirmación explosiva, dado que Polonia es miembro de la OTAN, reproducida enseguida por la presidenta de la Comisión de Defensa, Marie-Agnes Strack-Zimmermann, y comentada en los siguientes términos por un periodista del Der Standard austriaco, el principal “periódico de referencia” del país: “Putin […] busca, claramente, una gran confrontación con Europa. Debemos prepararnos para la guerra, por inimaginable que algo así pueda parecer”. En realidad, se trataba de una noticia falsa: el misil caído sobre la pequeña localidad de Przewodów procedía del Ejército ucraniano. Aunque la lucha contra las fake news figura en la lista de las grandes preocupaciones de los gobiernos, los medios de comunicación y las instituciones europeas, las redacciones no presentaron oficialmente sus excusas. ZDF modificó subrepticiamente el título de su artículo y los políticos se dedicaron a eliminar sus tuits.

.... los propietarios de los medios de comunicación rara vez se inmiscuyen en el trabajo editorial cotidiano, pero designan a los redactores jefes y determinan los presupuestos, ejerciendo así una considerable influencia sobre la línea editorial. Además, el control capitalista por parte de las grandes fortunas no favorece la imaginación de las redacciones sobre la cuestión de un aumento impositivo sobre los grandes patrimonios o su aportación al saneamiento de unos presupuestos públicos en apuros, antes al contrario: en 2002, los periódicos Süddeutsche Zeitung y Die Welt se implicaron como socios en el sector mediático del grupo de presión Stiftung Familienunternehmen (Fundación de Empresas Familiares) en una campaña a favor de la eliminación del impuesto de sucesiones. En Alemania, como en otras partes, la colusión entre el poder mediático y el poder pecuniario apenas llega a los titulares....

....La guerra en Gaza ofrece un nuevo ejemplo de la convergencia de los grandes medios de comunicación ­alemanes y del poder estatal que supuestamente tienen la misión de contrapesar. La declaración –patentemente errónea– del canciller alemán Olaf Scholz de que “Israel actúa de conformidad con los derechos humanos e internacionales” y de que afirmar lo contrario es “absurdo” (14 de noviembre de 2023) fue recibida con una reverencia por parte de los grandes medios alemanes, quienes se cuidaban de no tocar el punto de vista del derecho internacional. Tres meses después del ataque del 7 de octubre, Daniel Bax, redactor del periódico Die Tageszeitung, llegó a la siguiente conclusión (7 de enero de 2024): “Muchos periodistas en este país se consideran, ante todo, custodios de la razón de Estado. Se ocupan más de condenar las opiniones divergentes que de cuestionar el acercamiento de Alemania a Israel. En vez de informar a sus lectores, hacen proselitismo. En tanto cuarto poder, están fracasando”.

Le Monde Diplomatique en español.

Gregarismo, influencia de las redes atlantistas y deferencia progubernamental

Grandeza y miseria de la crítica de los medios de comunicación en Alemania

En Alemania, como en muchos otros países occidentales, el descrédito de las instituciones alcanza de lleno a la prensa. Este país fue antaño la cuna de una crítica de los medios de comunicación floreciente. Ahora, los responsables editoriales intentan descalificar cualquier cuestionamiento del conformismo o del error periodístico asociándolo al complotismo.

por Fabian Scheidler, marzo de 2024
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CHRISTIAN SCHANZE. – Foule n° 6 (‘Multitud n.º 6’), 2018

Echar la vista atrás y analizar la producción periodística alemana se revela, sin embargo, un ejercicio rico en enseñanzas. Un análisis de los contenidos relativos, por ejemplo, a la cobertura de la guerra de Ucrania arroja una sobrerrepresentación de las personalidades favorables a la entrega de armas pesadas y opuestas a las iniciativas diplomáticas: Marie-Agnes Strack-Zimmermann (del partido liberal FDP) ha sido, con mucho, la persona a la que más se ha preguntado sobre el tema, seguida por Anton Hofreiter (de Los Verdes), que defiende las mismas posturas (3). Sondeos rea­lizados durante el mismo periodo sugerían, sin embargo, que cerca de la mitad de los encuestados se oponían a la entrega de armas pesadas y que una mayoría se mostraba partidaria de la diplomacia (4). “Es difícil eliminar de un plumazo la tesis de la separación entre los hechos y su representación”, explica el investigador sobre medios de comunicación Uwe Krüger, de la Universidad de Leipzig.

El caso es que, como señala Krüger, la orientación belicista del paisaje mediático alemán no data del comienzo de la invasión rusa en Ucrania. Los bombardeos sobre Serbia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1999 –contrarios al derecho internacional y en los cuales participó Alemania–, así como la implicación de la Bundeswehr en la guerra en Afganistán fueron celebrados por la gran mayoría de las editoriales de los principales medios alemanes, mientras que la población se manifestaba mayoritariamente hostil a ambas intervenciones (5). Desde el 24 de febrero de 2022, la presión mediática ha contribuido a un giro radical de la diplomacia alemana, en el que el Partido Socialdemócrata (SPD), en el poder, ha tirado por la borda el legado de Willy Brandt, iniciador de una política de distensión con el Este. “De lo que se trata hoy es de organizar la seguridad contra Rusia”, declaró en octubre de 2022 el presidente del SPD, Lars Klingbeil (6).

Krüger se dio a conocer en 2013 al publicar su tesis sobre la integración de periodistas alemanes en laboratorios de ideas transatlánticos. Grandes nombres de la prensa alemana, como los jefes de los servicios de política exterior Stefan Kornelius (del periódico Süddeutsche Zeitung) y Klaus-Dieter Frankenberger (del Frankfurter Allgemeine Zeitung), Josef Joffe (por entonces coeditor del semanario Die Zeit) o Kai Diekmann (redactor jefe, por aquella época, de Bild-Zeitung), eran –y, en algunos casos, aún son– miembros de organizaciones atlantistas como el Atlantik-Brücke, la Comisión Trilateral o el Aspen Institute, sin que ello se haya hecho público en sus respectivas publicaciones. A continuación, Krüger demostró, por medio del análisis de encuadre y de contenidos, el alineamiento de las antedichas publicaciones con las posturas de la OTAN y de Estados Unidos (7). Incluso el redactor jefe adjunto de Die Zeit, Bernd Ulrich, reconoció que las redes transatlánticas constituían una “correa de transmisión del pensamiento estadounidense en materia de política exterior” (8).

El caso de Jochen Bittner resume bien la situación: como miembro de la institución estadounidense German Marshall Fund –un laboratorio de ideas destinado a reforzar los lazos transatlánticos–, este redactor de Die Zeit participó en 2013 en la elaboración de un documento estratégico sobre política exterior y de seguridad de Alemania. Sus trabajos sirvieron de base a un importante discurso del por entonces presidente alemán, Joachim Gauck, pronunciado durante la Conferencia de Seguridad de Múnich y en el que apelaba a un mayor involucramiento militar de Alemania en el mundo. Sin revelar su doble función, Bittner saludó enseguida la alocución de Gauck calificándola de “sensacional” en Die Zeit (9).

El estudio de Krüger irrumpió en el debate público alemán cuando, el 29 de abril de 2014, fue mencionado en el espacio satírico “Die Anstalt”, de la cadena pública de televisión ZDF: una de las raras ocasiones en las que se ha hecho crítica de los medios de comunicación desde la pequeña pantalla. Pese al interés suscitado por sus revelaciones y el fracaso de las acciones judiciales emprendidas por los periodistas cuestionados, ni las direcciones de los departamentos universitarios ni las de los grandes medios de comunicación perseveraron en la investigación de tan prometedor tema.

Sin embargo, la influencia de las redes transatlánticas sobre la cobertura de los conflictos internacionales (Ucrania, Oriente Próximo o China) era –y sigue siendo– de una actualidad tan rabiosa como la propaganda rusa, esa sí que prolijamente tratada. Tanto más por cuanto en esas redes no solo están envueltos periodistas de relumbre, sino también una parte de las elites políticas, como la actual ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock (de Los Verdes), miembro de Atlantik-Brücke y antigua becaria del German Marshall Fund.

Pero, por flagrantes y llamativas que sean, las afinidades electivas e ideo­lógicas no acaban de explicar los sesgos mediáticos. El descenso de las tiradas, la huida de los anunciantes y la competencia de las plataformas digitales han modificado profundamente la prensa alemana a lo largo de las dos últimas décadas. Sabine Schiffer, fundadora del Instituto por la Responsabilidad de los Medios (IMV, por sus siglas en alemán) en Erlangen y profesora en la universidad Hochschule für Medien de Fráncfort del Meno, subraya los efectos devastadores de la precarización sobre la labor periodística. En su opinión, nadar a contracorriente se está volviendo cada vez más peligroso en el plano profesional: “Los oportunistas son sobre todo quienes hacen carrera”.

En Alemania, como en otras partes, el afán por conseguir clics incita a reputados medios de comunicación a surfear sobre las olas de indignación que se encrespan en X (antes Twitter), a veces sin verificar los hechos. Así, en la noche del 15 al 16 de noviembre de 2022, la cadena de televisión ZDF tuiteó: “Misiles rusos caen en territorio polaco”; una afirmación explosiva, dado que Polonia es miembro de la OTAN, reproducida enseguida por la presidenta de la Comisión de Defensa, Marie-Agnes Strack-Zimmermann, y comentada en los siguientes términos por un periodista del Der Standard austriaco, el principal “periódico de referencia” del país: “Putin […] busca, claramente, una gran confrontación con Europa. Debemos prepararnos para la guerra, por inimaginable que algo así pueda parecer”. En realidad, se trataba de una noticia falsa: el misil caído sobre la pequeña localidad de Przewodów procedía del Ejército ucraniano (10). Aunque la lucha contra las fake news figura en la lista de las grandes preocupaciones de los gobiernos, los medios de comunicación y las instituciones europeas, las redacciones no presentaron oficialmente sus excusas. ZDF modificó subrepticiamente el título de su artículo y los políticos se dedicaron a eliminar sus tuits.

Mal podrá realizarse un debate ­público sobre el deficiente funcionamiento de los medios de comunicación sin la participación de los propios medios de comunicación. Ahora bien, estos sienten repugnancia por la autocrítica. Podría pensarse que la competencia entre cabeceras ejerce una función correctora: tal reportaje erróneo o tal información adulterada deberían aguijonear el ardor rectificativo de los demás periodistas. Pero para eso hacen falta publicaciones independientes, y el hecho es que la diversidad de los grandes medios de comunicación alemanes está de capa caída. Cierto es que la concentración de la propiedad en la prensa suprarregional todavía no ha llegado a las formas extremas que se observan en Francia, el Reino Unido o Estados Unidos, pero el proceso de consolidación iniciado desde hace varias décadas ha acabado por transformar un paisaje antaño reputado por su descentralización (11). En 2022, en el sector de la prensa diaria, los diez ­mayores grupos detentaban el 57,8% del mercado. El grupo editorial Axel Spinger controla él solo el 83% del mercado de los kaufzeitungen –periódicos que se venden principalmente en los quioscos, no por suscripción, y de los cuales el más conocido es Bild–. En lo que respecta a la prensa semanal, cinco grupos empresariales concentran el 63% de las revistas de mayor tirada. Sus editoras pertenecen en gran parte a un puñado de multimillonarios o poco menos, entre los cuales se cuentan las familias Mohn (Bertelsmann/RTL/Gruner + Jahr), Springer/Döpfner (BildWelt), Holtzbrinck (Die ZeitTagesspiegel), Schaub (Medien-Union/Süddeutsche Zeitung) y Burda (Focus) (12). En más de dos tercios de los distritos y las ciudades, una empresa detenta incluso un monopolio sobre la prensa diaria, como en Colonia, Núremberg, Friburgo y Leipzig, en la mayor parte del Ruhr, en las capitales de länder Stuttgart, Hannover, Wiesbaden, Magdeburgo, Maguncia, Kiel y Érfurt, en incluso en un land entero: Sarre.

Es verdad que los propietarios rara vez se inmiscuyen en el trabajo editorial cotidiano, pero designan a los redactores jefes y determinan los presupuestos, ejerciendo así una considerable influencia sobre la línea editorial. Además, el control capitalista por parte de las grandes fortunas no favorece la imaginación de las redacciones sobre la cuestión de un aumento impositivo sobre los grandes patrimonios o su aportación al saneamiento de unos presupuestos públicos en apuros, antes al contrario: en 2002, los periódicos Süddeutsche Zeitung y Die Welt se implicaron como socios en el sector mediático del grupo de presión Stiftung Familienunternehmen (Fundación de Empresas Familiares) en una campaña a favor de la eliminación del impuesto de sucesiones (13). En Alemania, como en otras partes, la colusión entre el poder mediático y el poder pecuniario apenas llega a los titulares.

A estas ambiguas relaciones entre poder económico y contrapoder se añaden otros factores que encorsetan la diversidad de opiniones y la autorreflexión crítica. Harald Welzer ­recuerda que los medios de comunicación dominantes, aunque pertenezcan a empresas que compiten entre sí, convergen cada vez más sobre ciertos temas y desarrollan con el resto de las clases dirigentes una especie de espíritu corporativo y de pensamiento grupal que, en ocasiones, linda con el gregarismo. Como observara en la década de 1970 el psicólogo social Irving Janis, la pertenencia a un círculo elitista no favorece las decisiones racionales cuando de hacer frente a una crisis se trata, como en los casos –por aquella época– de la invasión estadounidense de bahía de Cochinos en Cuba o la escalada de la guerra de Vietnam. El grupo, por el contrario, muestra tendencia a descartar los puntos de vista divergentes y las soluciones alternativas (14).

Una disposición que ha podido observarse entre los dirigentes editoriales alemanes no solo a propósito de la guerra de Ucrania, sino también durante la epidemia de covid-19: algunos investigadores, por medio del cribado de una amplia muestra de ­artículos y reportajes publicados en ­once de los principales medios de comunicación alemanes entre enero de 2020 y abril de 2021, han demostrado que solo el 1,6% de esas producciones mencionaban puntos de vista hostiles a las medidas gubernamentales de lucha contra la propagación del ­virus, en especial el confinamiento. Además, apenas se apuntaban las consecuencias negativas de estas medidas. “El tratamiento –explican los autores del estudio– era a la vez progubernamental y crítico: progubernamental porque los medios, a semejanza de los políticos, en su mayoría reclamaban medidas draconianas, y crítico porque esas medidas parecían demasiado timoratas y tar­días a ojos de los periodistas” (15).

En los debates, la atribución de etiquetas descalificadoras como “negacionistas del covid” o “covidiotas”, motivada por un principio de división del mundo entre el bien y el mal, prevaleció sobre el intercambio de argumentos. En opinión de Heribert Prantl, miembro del equipo de jefes de redacción de Süddeutsche Zeitung hasta 2019, esos apelativos desdeñosos constituyen un abuso de la libertad de prensa. “Los periodistas deberían luchar con argumentos, no con insultos”, afirma Prantl a esta publicación. Frente a la epidemia, medios de comunicación de referencia publicaron puntos de vista que hubieran juzgado inaceptables en otras circunstancias, como un artículo de opinión del escritor Thomas Brussig con un título que iba muy en serio: “Atreverse a más dictadura”, publicado el 9 de febrero de 2021 en Süddeutsche Zeitung, o el de dos profesores universitarios, publicado el 23 de julio de 2021 en Die Zeit: “La discriminación de personas no vacunadas está justificada desde el punto de vista ético”. Prantl considera que es precisamente cuando los poderes ejecutivo, legislativo y judicial imponen al unísono restricciones drásticas de derechos fundamentales cuando el “cuarto poder” debe dar un paso al frente como fuerza contestataria.

La guerra en Gaza ofrece un nuevo ejemplo de la convergencia de los grandes medios de comunicación ­alemanes y del poder estatal que supuestamente tienen la misión de contrapesar. La declaración –patentemente errónea– del canciller alemán Olaf Scholz de que “Israel actúa de conformidad con los derechos humanos e internacionales” y de que afirmar lo contrario es “absurdo” (14 de noviembre de 2023) fue recibida con una reverencia por parte de los grandes medios alemanes, quienes se cuidaban de no tocar el punto de vista del derecho internacional. Tres meses después del ataque del 7 de octubre, Daniel Bax, redactor del periódico Die Tageszeitung, llegó a la siguiente conclusión (7 de enero de 2024): “Muchos periodistas en este país se consideran, ante todo, custodios de la razón de Estado. Se ocupan más de condenar las opiniones divergentes que de cuestionar el acercamiento de Alemania a Israel. En vez de informar a sus lectores, hacen proselitismo. En tanto cuarto poder, están fracasando”.

....¿Es posible poner fecha a la radicalización de esta forma de “pensamiento único” en Alemania? Según Uwe Krüger, se percibió un cambio muy acusado entre 2013 y 2015. Si hasta entonces el investigador había criticado sin dificultad el funcio­namiento del universo mediático, en lo sucesivo se mostró más prudente en sus declaraciones públicas, ya que la crítica de los medios se asociaba ya, de manera sistemática, a un complot de la extrema derecha....


Fabian Scheidler

Periodista y escritor. Autor de Das Ende der Megamaschine. Geschichte einer scheiternden Zivilisation (‘El final de la megamáquina. Historia de una civilización que fracasa’), Promedia Verlag, Viena, 2015.


 

 

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