Demonización de la izquierda
¡Que vienen los bárbaros!
“Cerrad el paso a los marxistas”; “¡Con el comunismo no se juega! Hay que votar por el progreso, contra la ruina, por la libertad, contra la dictadura” (1). En vísperas de las elecciones legislativas francesas de 1973, la prensa gaullista se afanaba contra la Unión de la Izquierda y el programa común, haciendo eco a los tenores de la derecha: “Un acuerdo diabólico”, fustigaba el ex primer ministro Michel Debré; “el fin de toda democracia”, profetizaba el líder centrista Jean-Jacques Servan-Schreiber; “la ruina en cinco meses y la dislocación de la economía”, remataba el barón giscardiano Michel Poniatowski (2). Cincuenta años han pasado, pero la cantinela del “peligro rojo” sigue tan rimbombante.
Al día siguiente de la primera vuelta de las elecciones legislativas celebradas este junio, el derrotado exministro de Educación Jean-Michel Blanquer entró en guerra contra Francia Insumisa (La France insoumise), “una extrema izquierda antirrepublicana” y “llena de odio” (BFM-TV, 13 de junio). En todas partes, la mayoría presidencial designó como enemigo a la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES), que agrupa a Francia Insumisa, Europa Ecología - Los Verdes (Europe Écologie - Les Verts), el Partido Socialista y el Partido Comunista Francés. “En el fondo, quieren la anarquía, el desorden y la sumisión”, arremetió la ministra Amélie de Montchalin en CNews (13 de junio), mientras el llamamiento de Emmanuel Macron al “sentido común” de los votantes y “a una reacción republicana” fue replicado por antiguos y actuales ministros en forma de consignas de “cerrar el paso a la extrema izquierda”: “El próximo domingo, movilícense contra la extrema izquierda, que quiere menos seguridad y más impuestos” (3).
Amplificada por la asidua batería de entrevistas audiovisuales, esta campaña se ha llevado a cabo en un terreno poco habitual. Merece señalarse que, a diferencia de las anteriores elecciones presidenciales, varios medios de comunicación con tradición de hostilidad a Mélenchon (Libération, Médiapart) se decantaron esta vez abiertamente por la NUPES. Unos meses antes, el diario Le Monde interrumpió excepcionalmente (durante el tiempo que dura un artículo) la campaña de acoso y derribo a este partido con un destacado homenaje a la seriedad de su programa, recuperando después el rumbo, a principios de mayo, para subrayar su carácter irresponsable (4).
Tras las elecciones presidenciales y antes de unas legislativas con membrete de poco movilizadoras, las insoslayables leyes que rigen el periodismo impusieron una dramaturgia de sobra conocida: se trataba de escenificar un enfrentamiento no entre los programas de la Agrupación Nacional (Rassemblement National), de la coalición Juntos (Ensemble, abreviación de Ensemble pour la majorité présidentielle) y de la NUPES, sino entre Mélenchon, presentado bajo los rasgos de un veterano trotamundos cargando una mochila de maldades, y Macron, en el papel del moderno moderado amenazado por el flanco izquierdo. Novedad, suspense, golpes bajos: ¡ya estaban todos los ingredientes para conseguir un buen índice de audiencia! En cualquier caso, esa comedia prometía más emociones que los candidatos de la Agrupación Nacional despachando apretones de manos en campo raso, los cuales quedaron fuera del radar periodístico parisino.
Durante un mes, la cobertura mediática de la NUPES fue tan masiva como negativa (5). Pero ante el buen resultado de la izquierda en la noche de la primera vuelta de las elecciones legislativas, los caudillos editoriales pasaron del fuego de contención diario a una estrategia de “bombardeo en alfombra”. Un juicio mediático, a ritmo de canales de información continua, presentó tres cargos contra la izquierda: su victoria haría a Francia “ingobernable”, la arruinaría económicamente y destruiría sus “valores republicanos”.
En el canal France 2, el presentador Laurent Delahousse suspiraba: “Nos vamos a encontrar ante una Asamblea tan compleja, tan pesada, tantos debates, tantas fracturas...”; más tarde, se agitaba: “Diecisiete diputados de Mélenchon ya fueron capaces de ser un muro contra el actual Gobierno, ¿qué pasará cuando sean cien?”. La editorialista de France Télévisions, Nathalie Saint-Cricq, se echaba a temblar: “Esto va a ser algo absolutamente ingobernable. […] Algo extremadamente violento, máxime porque Jean-Luc Mélenchon ya dijo desde el principio que estarían el polo de la Asamblea y el polo de la calle, ¡para crear una sinergia!”. Al día siguiente, el espanto llegó a las redacciones. “¿Te imaginas que fueran cien?”, se atragantaba el periodista Renaud Pila en la cadena de televisión LCI. En Le Point, Bernard-Henri Lévy, azote de Mélenchon en cuatro de sus últimas diez columnas, arremetía contra “estos tiranófilos disfrazados de amables agitadores” que van a “parasitar el trabajo de las comisiones en las que la costumbre republicana exige que se siente el principal partido de la oposición” (16 de junio). Ya puestos, para dar ánimos a las tropas, Le Parisien –que llevaba en siete días seis portadas dedicadas a Macron y su mayoría frente a solo tres para la NUPES (algunas estaban compartidas)– se puso la gorra de entrenador deportivo: “Macron: una semana para arrancar la mayoría absoluta” (13 de junio).
Segundo tema: la ruina. Con el argumento de que “los franceses van a tener miedo”, el presidente de la patronal francesa Movimiento de Empresas de Francia (Medef), Geoffroy Roux de Bézieux, decretó que el programa de la NUPES “nos llevará directamente a una enorme recesión y […] a la quiebra” (Europe 1, 15 de junio). A grandes males, grandes remedios: BFM-TV movilizó a tres de sus columnistas el 13 de junio para realizar los mismos ejercicios pedagógicos. “Este programa es realmente arriesgado, por no decir peligroso para la economía francesa”, advirtió Guillaume Paul. Con un tope en 12 millones de euros para las herencias, continuó Pierre Kupferman, “el riesgo es que los contribuyentes afectados reubiquen su patrimonio. Fuera el chalé en la Costa Azul, más bien en las islas Baleares; se vende el piso de lujo en París para comprar uno en Londres o Dubái”. En LCI, Jean-Michel Aphatie dictaminó que un aumento del salario mínimo conduciría a “una crisis inevitable” en Europa (13 de junio). “Si llega al poder, ¿cómo va a tranquilizar a todos los que temen que el país se arruine?”, preguntaron Léa Salamé y Nicolas Demorand a Olivier Faure, primer secretario del Partido Socialista, ahora agrupado en la NUPES (France Inter, 15 de junio). Pero ya el editorialista Christophe Barbier andaba exponiendo el tercer cargo en la emisora de radio RMC (14 de junio): un programa ciertamente “irresponsable desde el punto de vista económico”, pero que también generaba “muchas dudas en cuanto a los valores republicanos”.
Este último lema sonó en bucle en los canales de información continua: “¿Es Jean-Luc Mélenchon más republicano que la Agrupación Nacional?”, se preguntaba el 12 de junio en LCI Guillaume Roquette, director editorial de Le Figaro Magazine, al tiempo que Pascal Praud entraba en pánico en CNews: “Cada palabra de Mélenchon es para desestabilizar las instituciones, el poder, para ser el hombre del caos y, por qué no, de un clima revolucionario” (6). En RMC (14 de junio), el columnista deportivo Daniel Riolo arremetía contra quien se profesaba “admirador de [Hugo] Chávez, de [Nicolás] Maduro, del antisemita [Jeremy] Corbyn (7) y de toda esa ralea”, concluyendo que entre Marine Le Pen y Mélenchon, “el más antirrepublicano es él”. En Le Figaro, la NUPES caldeaba la poco plebeya pluma de Vincent Trémolet de Villers: “Odio social, comunitarismo asumido, antiespecismo agresivo, racialismo despreocupado... Esto es ‘woke’ en stock” (14 de junio). Surgía así el retrato político de un país dividido entre “los extremos” por un lado y el “campo de la razón” por otro. “Extrema izquierda, extrema derecha, ¿cómo se explica este auge del radicalismo en Francia?”, preguntó ingenuamente el locutor del programa matutino de France Inter, Nicolas Demorand, a Clément Beaune, un pilar de la mayoría presidencial (14 de junio).
Llegados a ese punto, la demonización de la izquierda fue acompañada de una normalización de la extrema derecha, que quedó a salvo de críticas. En Twitter, por ejemplo, en menos de ocho semanas, el filósofo televisivo Raphaël Enthoven abrumó a sus 205.800 seguidores con 319 mensajes contra Francia Insumisa y los candidatos de la NUPES… frente a solo 27 contra la extrema derecha. Cinco días antes de la segunda vuelta de las elecciones legislativas, el redactor jefe de Le Figaro, Guillaume Tabard, precisó el objetivo de la campaña mediática en curso: “Desde un punto de vista táctico, Macron tiene que crear un frente anti-Mélenchon, es decir, convencer a los electores de la derecha, de la izquierda moderada e incluso a los lepenistas, de cerrar el paso a la izquierda radical”. A la vista de los resultados de la segunda vuelta, parece que la consigna ha sido secundada…
(1) La Nation, el 8 y el 10 de marzo de 1973. Citado por Bernard Lachaise, “Les droites et le programme commun, 1972-1978”, en L’union sans unité: Le programme commun de la gauche, 1963-1968, Danielle Tartakowsky y Alain Bergounioux (dir.), Presses Universitaires de Rennes, 2012.
(2) Citas de Le Monde, París, el 23, el 22 y el 17 de enero de 1973.
(3) Respectivamente, Roxana Maracineanu y Gérald Darmanin, el 12 y el 13 de junio.
(4) Léanse respectivamente Elsa Conesa, “Face à Jean-Luc Mélenchon, les milieux économiques moins critiques qu’il y a cinq ans”, Le Monde, 18 de febrero de 2022 y “L’apparence et la réalité du rassemblement à gauche”, Le Monde, 6 de mayo de 2022.
(5) Léase “Anatomie d’une campagne médiatique contre la gauche”, acrimed.org, 12 de mayo, 24 de mayo y 10 de junio de 2022.
(6) Citado por Samuel Gontier, “Les chaînes info unies contre les anarchistes d’extrême gauche qui vont plonger le pays dans le chaos”, Télérama, París, 16 de junio de 2022.
(7) Sobre el supuesto antisemitismo de Jeremy Corbyn, léase Daniel Finn, “Antisemitismo: el arma letal”, Le Monde diplomatique en español, junio de 2019.
Mathias Reymond y Pauline Perrenot