Llegó la hora de que Ence nos devuelva el paraíso
El pasado 15 de julio la Audiencia Nacional dictaba sentencia a favor de Greenpeace y abría la puerta para que la planta de celulosa de Ence salga por fin de la ría de Pontevedra. Una fabulosa noticia para el medio ambiente y para todas aquellas personas que concordamos en que los intereses políticos y económicos nunca deben pasar por encima del bien común y, menos aún, sobre esos reductos de biodiversidad de los que depende el futuro del planeta.
La sentencia, contundente y coherente, da la razón a Greenpeace –y otra similar al Concello de Pontevedra– y anula a todos los efectos la indignante prórroga de 60 años, nada más y nada menos que hasta 2073, que el gobierno ¡en funciones! de Mariano Rajoy concedió en 2016 a Ence para permanecer en la costa de Lourizán. El texto concluye que la actividad de la pastera es incompatible con su presencia en el dominio público marítimo-terrestre, pues por su naturaleza puede desarrollarse en otro lugar. De hecho, así ocurre con el resto de pasteras del Estado.
Una historia de amiguismo y puertas giratorias
Nos acercamos así un poco más, pues Ence aún puede recurrir al Tribunal Supremo, al final de un vergonzoso capítulo de nuestra historia. El que habla de cómo una negligente e interesada gestión pública despreció nuestros recursos naturales y nuestra biodiversidad, reprimió las protestas de miles de personas y acabó sepultando y contaminando una de las marismas más maravillosas de nuestro litoral hace 60 años.
Conviene recordar que la celulosa debía abandonar la ría en 2018, cuando venció la concesión otorgada por el desarrollismo franquista en 1958 a la entonces Empresa Nacional de Celulosas, fecha que sin duda tuvo mucho peso en el precio que Ence pago a la SEPI para culminar el proceso de privatización de la pastera en 2001. Sin embargo, Ence nunca estuvo dispuesta a respetar la ley y reubicar su actividad a partir de 2018. Logró operar en el lado oscuro del sistema incluso haciendo cambiar de criterio al Partido Popular de Núñez Feijoó, que en 2009 y 2012 llevaba el traslado de la celulosa en sus programas electorales. Y después trató de beneficiarse de esa desorbitada prórroga que se apoyaba en la indecente reforma de la ley de Costas a la carta impulsada en 2013 por el entonces Ministro de Medio Ambiente Arias Cañete. En Greenpeace publicamos aquel año una investigación sobre los intereses privados que había detrás de la reforma bajo el título Amnistía a la destrucción. Con Arias Cañete, quien tenía un amigo tenía un tesoro.
Ence da la espalda al empleo
En todo este tiempo Ence se ha preocupado más por mantener su millonario negocio que por los empleos –menos de los que generaría una ría restaurada y bien conservada– o por el medio ambiente, por mucho que se autodenomine con el eufemismo biofábrica. De lo contrario tendría ya bajo el brazo el proyecto de una nueva fábrica en una nueva ubicación. Pero decidió apostarlo todo a una carta, emprendiendo una estrategia basada en comprar voluntades, forzar el cambio de leyes como la de Costas y la de Cambio Climático, cerrar los ojos cuando cargos electos y activistas eran acosados o jugar a las puertas giratorias con ex-cargos públicos, entre ellos una ex-ministra y un ex-conselleiro de medio ambiente.
Ence, una de las culpables de la ‘eucaliptización’ de España
Y mientras condicionaba la nefasta política forestal gallega, excesivamente permisiva con una eucaliptización que ha puesto en franco peligro la integridad ecológica de todo el país. Y contaminaba. Porque la producción de celulosa no es inocua para el medio ambiente. Ence contamina y ha contaminado aún mucho más, en aquellos años en los que activistas de Greenpeace bloqueaban los vertidos que envenenaban Galicia.
Mariscadoras contra el franquismo
En 2016, cuando M. Rajoy decidió darle a Ence la prórroga, el cineasta gallego Lukas Santiago, con la ayuda de la casi heróica Asociación pola Defensa da Ría (APDR), retomó un proyecto al que llamó “Paraíso Roubado”. El documental, con voz en off de Manuel Rivas, es un maravilloso ejercicio de memoria histórica que relata cómo era Lourizán antes de la llegada de la celulosa. Residencia estival del ministro y presidente Eugenio Montero Ríos, fue el centro veraniego de la política española y gallega a principios del siglo XX, un paraíso donde el turismo de élite se mezclaba con jóvenes que llegaban en el desaparecido tranvía desde Marín y Pontevedra para disfrutar de su Casa de Baños y sobre todo de su inmenso arenal. En él miles de mariscadoras, esas mujeres que llevan dentro el alma de la costa gallega y que se enfrentaron a la represión franquista para defender su playa, recolectaban almejas, berberechos y otros frutos del mar en uno de los mejores bancos marisqueros que existió en la península. En palabras del director: “la instalación de la celulosa supuso una condena para la parroquia de Lourizán, que ahora (con la prórroga) pretenden convertir en cadena perpetua”.
En Greenpeace confiamos que este gran paso se acabe confirmando en sentencia firme y en Lourizán se emprendan las medidas para “asegurar su integridad y debida conservación, adoptando, en su caso, las medidas de protección y restauración necesarias”, que es lo que dice literalmente la ley de Costas. Porque para eso se ha creado, para respetarla, para cumplirla, para proteger el medio ambiente y, en el caso que nos ocupa, para que por fin nos devuelvan el paraíso robado.