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Dijous, 26 Desembre 2024

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ACNUR refugiados etopes esperan a ser trasladados a Hamdayet Sudan

Refugiados etíopes esperan para ser trasladados a un centro de recepción en la frontera, en Hamdayet (Sudán). noviembre de 2020.  © ACNUR/Will Swanson Valverth 

GINEBRA ( Suiza), 22 de diciembre de 2020 -  ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, junto a 30 socios humanitarios, hace hoy un llamamiento urgente para recaudar 156 millones de dólares para cubrir las necesidades humanitarias críticas de los refugiados etíopes que huyen del conflicto en Tigray durante el primer semestre de 2021.

Este llamamiento también permitirá reforzar los trabajos de preparación para la acogida de personas refugiadas en otros países de la región en caso de que se produzcan nuevos movimientos de refugiados. En las últimas seis semanas, más de 52.000 refugiados han huido de la región etíope de Tigray hacia el este de Sudán. Pese a la reciente reducción en el número de nuevas llegadas a unas 500 al día, las organizaciones humanitarias están haciendo frente a una emergencia humanitaria a gran escala en una zona muy remota en la que no se había registrado una llegada de refugiados de tal magnitud en décadas.



El Plan Regional de Preparación y Respuesta para las Personas Refugiadas para la Situación en Etiopía (Tigray) abarca el período comprendido entre noviembre de 2020 y junio de 2021, y permitirá responder a las necesidades de 115.000 refugiados y 22.000 personas de las comunidades de acogida. El objetivo de este plan es ofrecer apoyo a los gobiernos de Sudán, Yibuti y Eritrea para que las personas que se han visto forzadas a huir puedan acceder al asilo y recibir asistencia de emergencia.

Gracias a estos fondos, se podrán implementar actividades fundamentales, como el registro y documentación, garantizar el carácter civil del asilo, descongestionar los campamentos en las zonas fronterizas y trasladar a los refugiados a nuevos asentamientos. Asimismo, otras áreas prioritarias son la prestación de servicios de alimentación, salud y educación, y el apoyo a grupos con necesidades específicas, como las mujeres y niñas en situación de riesgo, los menores no acompañados, las personas con discapacidad y mayores. Este llamamiento también cubre necesidades de alojamiento y la distribución de artículos domésticos de primera necesidad para los refugiados, así como el apoyo a actividades de subsistencia para las personas refugiadas y las comunidades de acogida.



En el este de Sudán, desde el 14 de noviembre hasta la fecha, más de 20.000 refugiados han sido trasladados desde las zonas fronterizas al campamento de Um Rakuba, situado a unos 75 kilómetros de la ciudad de Gedaref. Dado que este campamento está a punto de alcanzar su capacidad máxima, ACNUR y sus socios comenzarán la semana próxima los trabajos preparatorios de un nuevo campamento situado más hacia el interior, a 136 kilómetros de la ciudad de Gedaref.

En la actualidad, muchos refugiados se ven obligados a vivir en condiciones de hacinamiento, sin acceso unas instalaciones adecuadas, y siguen escaseando medicamentos y otros suministros básicos. ACNUR ha sido testigo de la enorme demanda de búsqueda y reunificación familiar, de servicios educativos y espacios adaptados para la infancia, así como de programas nutricionales.

Hasta la fecha, ACNUR y sus socios sólo han recibido el 30% (46 millones de dólares) de los fondos necesarios para poder desarrollar la actual respuesta de emergencia. Las organizaciones humanitarias agradecen las contribuciones recibidas tanto de gobiernos como del sector privado, que junto con las contribuciones generales han permitido la puesta en marcha una respuesta rápida para hacer frente a las necesidades iniciales. Los socios humanitarios piden de manera urgente nuevas contribuciones que permitan satisfacer las inmensas necesidades en el este de Sudán y asegurar que se puedan llevar a cabo los preparativos necesarios en toda la región.

Para donaciones entrar en este enlace 

FIN

Dpto. de Comunicación
de la Oficina de ACNUR en España

                                             

María Jesús Vega, Portavoz de ACNUR en España

Informació enviada per ACNUR a la revista Las afueras.

 

Etiopía: potencial (des)estabilizador en el cuerno de África

Publication date:
01/2021
Author:
Oriol Puig Cepero, investigador, CIDOB

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El Gobierno de Etiopía dio por finalizada la intervención militar en la región de Tigray el pasado mes diciembre, tras cinco semanas de conflicto abierto contra el Frente de Liberación Popular de Tigray (FLPT). La crisis, lejos de finalizar, corre el serio riesgo de enquistarse y convertirse en una guerra de guerrillas. La inestabilidad interna, y la tensión diplomática creciente con Sudán y Egipto, hacen de la Etiopía de Abiy Ahmed un potencial desestabilizador del cuerno de África y el conjunto del continente.  

Etiopía no es cualquier país. Etiopía es un espejo que plasma bondades y desventuras de todo el continente africano. Lejos de las hambrunas de los años 80 que subyacen en nuestro imaginario, Etiopía crece hoy económicamente por encima de la media africana y del mundo; posee voz propia, resistiendo injerencias extranjeras, y presume de orgullo patrio por ser el único territorio no colonizado de África. Sede de la Unión Africana, la llegada al poder en 2018 del Primer Ministro, Abiy Ahmed, reconocido en 2019 con el Premio Nobel de la Paz por finalizar el conflicto duradero con la vecina Eritrea, encarnó la esperanza africana para este siglo. Sólo un año más tarde, el país se erige en foco de inestabilidad interna, regional e internacional. 

Impulsado por una agenda transformadora y las reivindicaciones de su comunidad, la oromo, mayoritaria del país y excluida del poder hasta entonces, la toma de posesión de Ahmed fue en sí misma un hito. Como primer mandatario de este grupo en liderar Etiopía, sus atrevidos primeros pasos fueron aplaudidos alrededor del mundo: acuerdos de paz con insurgentes internos, liberación de presos políticos, aperturas en materia de libertad de prensa y asociación, o nombramiento de la primera presidenta del país. Pronto llegaron las resistencias de sectores políticos, económicos y comunitarios y, con ellas, repliegues sobre los propios avances:  más represión, persecución de la disidencia y limitación de la libertad de información. Una vuelta al punto de partida, aunque con correlaciones de fuerzas distintas.

Una de las causas fundamentales del actual conflicto en Tigray responde a la percepción de pérdida de poder y privilegios de las élites de esa región semiautónoma, constructoras del actual estado etíope. Ellas, junto a jerarquías amhara y oromo, reunidas en el Frente Democrático del Pueblo de Etiopía Revolucionario (EPRDF, por sus siglas en inglés) derrocaron al dictador Mengistu en 1991 y edificaron el vigente modelo de federalismo étnico, un sistema de equilibrio comunitario para procurar apaciguar demandas étnicas. Tras funcionar –o contribuir a la disfunción, según se mire– durante tres décadas, el modelo parece ahora colapsar. El intento de abordar el rol de la etnia en el seno del estado fue a la par arriesgado y meritorio, pero comportó finalmente la departamentalización comunitaria de la administración pública y su patrimonialización por parte de las élites dominantes[CC1] .

Las medidas promovidas por Ahmed a favor de liberalizar el sector público; la  superación de la parcialización tribal mediante una nueva herramienta política, el Partido de la Prosperidad; y un discurso nacional basado en la Gran Etiopía de imperios pasados, fueron percibidas por las élites tigray como una afrenta. Los líderes de la región se declararon en rebeldía y rechazaron asumir mandatos del gobierno central. Un ataque a una base militar fue el pretexto idóneo para iniciar el conflicto. Una muestra más de que las nuevas políticas calentaron los ánimos de los de arriba sin conseguir calmar las reivindicaciones de los abajo, ni atajar la creciente desigualdad. Los recelos étnicos se agravaron y el descontento y la insatisfacción inflamaron el lugar, no sólo en el norte sino también en el sur, en la región de Oromiya, sobre todo tras el asesinato de un conocido activista y cantante. Demasiados frentes abiertos para un joven líder con aires de grandeza.

El bloqueo informativo sobre la guerra en Tigray, la vulneración de derechos humanos por ambas partes en conflicto, según la ONU, y el repliegue, no la derrota, de las autoridades insurgentes, invitan a pensar que lo acontecido en la zona septentrional del país es sólo el principio de una larga inestabilidad en el interior de Etiopía que podría expandirse por la región. La contienda ha desplazado a más de 50.000 refugiados hacia Sudán, y ha revitalizado disputas fronterizas entre los dos estados, con enfrentamientos abiertos y varias muertes. Asimismo, ha evidenciado una nueva alianza, hasta ahora insólita, entre Ahmed y la Eritrea autoritaria de Isaias Afewerki, antigua archienemiga del estado etíope liderado por los tigray, y que ha dado cobertura bélica en los combates contra el FLPT. Errarían los enfoques geopolíticos si obviaran la importancia de las cuestiones étnicas en las susodichas tiranteces. Y es que menospreciar el constructo étnico como herramienta social o confundirlo con etnicismo, que deriva en exclusión o supremacías, no aplaca las identidades, sino que las refuerza. La Gran Etiopía de Ahmed avanza y con ella la escalada de violencias, que podría alcanzar cuotas inimaginables si no se encauza por vías diplomáticas el mayor desafío para la zona en los últimos tiempos: la Gran Presa del Renacimiento.

La construcción y puesta en marcha de esta macro infraestructura construida por Etiopía sobre aguas del Nilo Azul amenaza con detonar un conflicto regional de consecuencias imprevisibles si nadie lo remedia. El gobierno de Ahmed ha empezado a llenar el embalse, el más grande y potente de África, en lo que supone una enmienda a la totalidad al reparto colonial de la gestión de las aguas del río Nilo, basada hasta ahora en acuerdos del Imperio británico de 1929 que favorecían a Egipto y Sudán, con reparticiones del 75% y el 25% respectivamente, y poder de veto sobre el levantamiento de cualquier presa. Etiopía ha dado así un golpe sobre la mesa consciente del tablero geopolítico regional y mundial, en el que históricamente se ha movido con habilidad. Aliado tradicional de Estados Unidos en los últimos años ha intensificado sus relaciones con China y Rusia, y ha tejido sinergias con monarquías del Golfo Pérsico como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos, que le apoyaron en su conflicto interno. Qatar se inclinó por los insurgentes. A la espera de si Joe Biden revertirá la retirada de tropas en Somalia ordenada por Trump, donde también se juega en gran medida el futuro de África oriental, la carrera meteórica de Ahmed mantiene interrogantes sobre su capacidad de resistencia interna, dependiente de su política de alianzas y, sobre todo, en relación a sus posibilidades –o intereses- en escalar aún más el conflicto con Egipto o Sudán por el agua[CC2] .

Ambas incógnitas son clave para desentrañar si Etiopía acabará representando un remanso de estabilidad regional o, por el contrario, como se augura, podría terminar catalizando viejos fantasmas de violencia étnica y disputas post y neocoloniales. El momento es grave y todos los escenarios están abiertos. Los países del Golfo, la nueva administración estadounidense, Rusia y China, seguro tendrán un papel en lo que acontezca, a pesar de los alardes etíopes de no interferencia. Ahmed, por su parte, queriendo emular a Menelik II, emperador etíope del que se considera heredero, por lo pronto será juzgado por la historia como el Primer Nobel de la Paz en iniciar más rápidamente una guerra.

Palabras clave: Etiopía, Tigray, Abiy Ahmed, África, Sudán, Egipto


 

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