Frío, olas y mareos: la odisea de 1.500 kilómetros del Geo Barents
“Escribo este texto mientras pasamos por Bari. Hace mucho frío. Vamos a 2,5 nudos (4,6 kilómetros por hora, casi como si fuéramos a pie) en lugar de a 10. Hay olas de hasta 4 metros de altura”, relata a bordo del Geo Barents nuestra compañera Fulvia Conte, responsable de rescates.
Bolsitas para el vómito. Sobre todo, distribuimos bolsitas para el vómito a los supervivientes a bordo del Geo Barents, el barco de búsqueda y rescate de Médicos Sin Fronteras (MSF). Porque las condiciones meteorológicas de camino hasta llegar a Ancona (Italia) han sido realmente malas. Escribo este texto mientras pasamos por Bari. Hace mucho frío. Vamos a 2,5 nudos (4,6 kilómetros por hora, casi como si fuéramos a pie) en lugar de a 10. Hay olas de hasta 4 metros de altura.
Los 73 supervivientes se encuentran en la cubierta más alta del barco. En la cubierta inferior era imposible permanecer, entraba demasiada agua. Arriba hay sitio para todos, el problema es que en la cubierta más alta se siente más el mareo. Hemos tenido que poner cuerdas para usarlas como pasamanos para no caernos. Esta situación podría haberse evitado. Había otros puertos más cercanos para el Geo Barents; la elección de Ancona va en contra del derecho marítimo internacional así como del interés superior de los supervivientes.
Ancona. Situada en el golfo de Ancona, en el mar Adriático.
Para las personas rescatadas, el cansancio y las náuseas se suman a meses y meses pasados comiendo poco y mal. Solemos organizar diversas actividades para los supervivientes durante la navegación: lecturas, clases de idiomas, incluso algunas actividades físicas, pero con este tiempo es imposible.
Seamos claros, navegamos con total seguridad. Sin embargo, la prolongación del viaje aumenta el sufrimiento de quienes ven en el mar un lugar dramático. Es un lugar donde uno se debate entre la vida y la muerte, donde la Guardia Costera libia te intercepta y terminas en un centro de detención en Libia.
Justo a mi lado tengo a Ochek, de 21 años. Es de Eritrea. Cuando tenía solo 4 años, su madre decidió irse a Sudán porque no quería que lo reclutaran en el ejército, como a todos los niños de 8 años según nos cuenta. En Sudán, Ochek trabajó en un restaurante y en una mina de oro en las montañas. Entonces decidió ir a Libia, donde fue torturado. «Me ataron las manos y me las quemaron con una barra de hierro candente», recuerda. Al médico de MSF a bordo le mostró su pecho lleno de cicatrices.
En Libia, Ochek comía pasta mezclada con somníferos, «por la mañana me encontraba a una persona muerta a mi lado o torturada». Ochek estaba dispuesto a morir en el mar para no ser capturado por la Guardia Costera libia y ser devuelto y sufrir de nuevo humillaciones y torturas. Ahora está impaciente por tocar tierra. Pero tiene que esperar. Es Ochek, así como las otras 72 personas a bordo, quien paga el precio de estas políticas inhumanas.
Artículo originalmente publicado en El Independiente
Informació enviada per Metges Sense Fronteres a Maxi Martos, redactor de las afueras.